Una multitud de dolientes llenó la basílica de San Pedro durante toda la noche para despedirse del papa Francisco, quien falleció el lunes a los 88 años a causa de un derrame cerebral. La afluencia inesperada obligó al Vaticano a mantener abiertas las puertas del templo sin interrupciones, salvo una hora el jueves por la mañana para tareas de limpieza.
El ambiente dentro de la basílica es de silencio profundo, mientras fieles de todo el mundo avanzan lentamente por el pasillo central para dar el último adiós al pontífice argentino. El recorrido comienza en la Vía de la Conciliación, atraviesa la Plaza de San Pedro y accede al templo por la Puerta Santa, donde algunos obtienen una indulgencia especial del Año Jubilar.
Durante la primera jornada del velatorio público, más de 50.000 personas desfilaron ante el féretro de madera de Francisco, según cifras del Vaticano. El ataúd está expuesto en una rampa central, vigilado por cuatro miembros de la Guardia Suiza.
El testimonio de los asistentes refleja una mezcla de devoción, respeto y gratitud. Emiliano Fernández, un católico mexicano, esperó durante más de dos horas para rendir homenaje. “Es una forma de mostrar cuánto lo admiré en vida”, dijo.
Entre los fieles había desde adolescentes de una parroquia cercana a Milán hasta familias como la de Rosa Scorpati, que llevó a sus hijos pequeños al velorio porque “no los trajeron cuando estaba vivo”.
Muchos asistentes estaban en Roma por la Semana Santa y decidieron unirse al homenaje. La familia Scorpati, originaria de Calabria, conoció la noticia del fallecimiento el lunes de Pascua.
Las filas, que se extienden por la Plaza de San Pedro y la Vía de la Conciliación, han llegado a tener esperas de hasta cinco horas, según encargados de controlar la multitud. El paso constante de personas es canalizado por un carril reservado para peregrinos del Jubileo.