De anunciar una lujosa urbanización a convertirse en el símbolo de la ciudad de Los Ángeles y de una industria multimillonaria: el famoso letrero de Hollywood celebra sus 100 años de historia como la mejor carta de presentación del cine estadounidense.

El 13 de julio de 1923, el promotor inmobiliario Hobart Johnstone Whitley, ahora conocido como el «Padre de Hollywood», colocó un cartel de 14 metros de alto y 106 de largo que rezaba «Hollywoodland» sobre la colina del monte Lee en Los Ángeles.

La zona ya era un reclamo urbanístico para figuras del cine después de que el primer estudio abriera sus puertas en la ciudad californiana huyendo de la llamada «tasa Edison», una patente que todos los creadores debían pagar al imperio de Thomas Alva Edison por filmar películas en la Costa Este estadounidense.

Tanto fue así que aquel letrero, rodeado de mansiones de lujo y compuesto de placas de metal cuadrado unidas por alambre e iluminadas tímidamente por 4,000 pequeñas lámparas, se convirtió en un icono mundial.

En 1949, la Cámara de Comercio del barrio angelino de Hollywood decidió comprar el letrero a la familia Whitley, que ya había amasado una enorme fortuna vendiendo los terrenos, por el simbólico importe de un dólar.

Un atractivo turístico y un quebradero de cabeza para los vecinos

Desde entonces, el cartel pasó a decir tan solo Hollywood y el vecindario vio cómo creció exponencialmente la afluencia de turistas y la curiosidad de viajeros procedentes de todo el mundo, espoleados por unas letras que luego han aparecido en cientos de películas como «Superman» o series de televisión como «The Simpsons».

«Mucha gente ubica a Los Ángeles y a Hollywood en el mundo gracias a este letrero que todos hemos visto en el cine», aseguró Efraín Serrano, natural de Sacramento, a EFE desde Lake Hollywood Park, un espacio verde al pie del monte Lee.

Sin embargo, la presencia de los visitantes no es bienvenida para los vecinos del barrio, quienes llevan décadas colocando indicaciones que buscan confundir a algunas de las casi 3 millones de personas que cada año recorren calles aledañas como Tahoe Drive o Canyon Lake para tratar de llegar lo más cerca posible al letrero.

«Nos llamaba mucho la atención, pero nos ha desanimado un poco que no se pueda acceder hasta las propias letras», afirmó José de León, un turista del estado de Texas.

No obstante, a pesar de la intencionada falta de información, es posible llegar hasta la parte trasera del letrero, desde donde se ofrece una vista panorámica de la ciudad.

Eso sí, las letras no se pueden tocar y el área se encuentra perimetrada con sensores de movimiento y alarmas que se activan si alguien se atreve a cruzar la zona restringida.

Esta fue una de las políticas implementadas por la Cámara de Comercio de Hollywood cuando en 1978 se produjo la restauración definitiva de un cartel cuyas letras lucían muy desvencijadas.

El cuidado quedó en manos del Departamento de Parques y Jardines de Los Ángeles y las mismas, que ahora miden 13,7 metros de alto cada una, fueron resguardadas con una protección de acero.

La reparación de las letras tuvo un costo individual de 27,777 dólares, que fue asumido por diferentes personalidades a cargo de pagar la reparación de cada una de ellas.

Por ejemplo, el dinero para la «O» fue donado por el productor de cine italiano Giovanni Mazza; la primera «L» la sufragó el exjugador de fútbol americano Les Kelley; la segunda la pagó el cantante de country Gene Autry; y la «Y» la costeó el fundador y magnate de Playboy, Hugh Hefner.

«Más que un icono, un estado de ánimo»

Una historia que el escritor Leo Braudy condensó en «The Hollywood Sign: Fantasy and Reality of an American Icon» (2011), título reconocido entre aquellos académicos contemporáneos que se han animado a profundizar en el legado del letrero.

«Al igual que la Torre Eiffel de París, la Estatua de la Libertad de Nueva York y el Cristo Redentor de Río de Janeiro, el cartel de Hollywood está estrechamente vinculado a la ciudad que lo rodea, con un mensaje evocador de lo que representa el mundo del cine y el espectáculo», argumentó Braudy en una entrevista con EFE.

Una postura que compartió Jason Squire, profesor emérito de la Escuela de Artes Cinematográficas de la Universidad del Sur de California, quien se refirió al letrero como «más que un icono, un estado de ánimo», capaz de transmitir los valores de la sociedad estadounidense y del capitalismo internacionalmente a través de obras audiovisuales.

Y es que sus 100 años de vida han dado para pasajes tan variopintos como la leyenda del fantasma de Peg Entwistle, actriz que se suicidó allí en 1932; su vínculo con el logo de 20th Century Fox; la subasta de un fragmento del cartel original por eBay en 2005; o su cambio de nombre a «Hollyweed» en 2017 debido a la legalización de la marihuana en California.

«Su historia es la mejor metáfora de una industria en la que todo es posible gracias a la ficción. Nada podría reflejarlo mejor», expresó Robert Thompson, profesor de la Universidad de Siracusa (EE.UU.), en declaraciones a EFE.

Unas letras que, según Braudy, aluden a la «ilusión» y a las que «cualquiera puede darle el significado que considere» porque ese cartel encima de una colina «inaccesible» representa «la dificultad de conseguir la fama y su recompensa posterior».